Ven y conoce las playas del Chocó que pocas personas conocen

Ballenas jorobadas que saltan y cantan en el mar. Playas vírgenes de arena negra en la que los cangrejos aún caminan libremente. Manglares bíblicos que se entrelazan unos con otros. Bosques exóticos e inexplorados. Un mar agreste y salvaje. Pequeños hoteles paradisiacos arrullados por la hermosa sinfonía de la naturaleza. Parece la postal de las vacaciones perfectas: un paraje que ya no existe en casi ningún lugar del mundo. Y sin embargo, lograr que alguien lo visite es una tarea titánica.

Si en el Pacífico existieran los milagros, uno de ellos habría podido ser Nuquí. Clavado en el golfo de Tribugá (Chocó), es un destino privilegiado por la vida, literalmente. Cada año llegan a sus aguas las ballenas yubartas a tener sus crías. Se ven pasar desde la playa nadando lentamente hacía la ensenada de Utría, y luego salir apresuradas con sus ballenatos. Ni siquiera hay que salir a buscarlas pues como aún no le temen al hombre, a veces se asoman a la orilla.

Pero hoy pocos pueden conocer eseparaíso porque desde finales de marzo las aerolíneas decidieron no volver allá. Satena argumenta que el estado actual de la pista no garantiza la seguridad de sus vuelos. Los hoteleros están al borde de la quiebra porque aun cuando han programado vuelos chárter, que sí pueden aterrizar pues son más pequeños, los turistas que ven la noticia, no se montan al avión. “Duramos 30 años intentando que este destino entrara en los catálogos mundiales. Vamos a perder todo ese trabajo en 15 días”, dice Guillermo Gómez, gerente del hotel EL Cantil y vocero de su gremio.

La comunidad y el enorme esfuerzo que le han puesto entidades del Estado están en riesgo. Un caso dramático es el del Parque Nacional Utría, uno de los pocos proyectos manejado por los propios afrodescendientes. Josefina Klinger, su promotora, explica que decidieron jugársela por promover su tierra pues “nos cansamos de creer que éramos pobres viviendo en semejante riqueza”. Junto con Parques, construyeron un hotel de primera, que nada envidia a los “boutiques” ecológicos del primer mundo. Enviaron a sus mujeres a capacitarse en cocina en Perú, construyeron un sendero para atravesar el manglar, fueron a capacitarse a los hoteles GHL y gestionaron con la cooperación norteamericana una planta de electricidad.

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